lunes, 8 de febrero de 2010

Los ritos de iniciación del alcohol en los adolescentes

Ya no es ninguna nueva noticia el hecho que, día con día, el problema del consumo de alcohol entre los adolescentes se torna más preocupante.

Los índices de consumo de alcohol per cápita en el mundo, en el rango de edad que oscila entre los 15 y los 24 años ha aumentado.

El alcohol se convierte para el adolescente en un símbolo. Símbolo mágico que lo va a transformar. La magia es producto de la fantasía, la ignorancia, los prejuicios y las consejas que se transmiten de generación en generación. Y el alcohol, a través de la historia, ha estado envuelto en esta magia que le ha quitado toda objetividad. El alcohol puede ser cielo o infierno, elixir maravilloso que enaltecen los poetas o veneno implacable que condenan las religiones. . El alcohol le da valor a un hombre para conquistar una mujer o lo ayuda a evadirse de su amargura cuando la ha perdido. El alcohol es nacimiento y muerte. Es depresión y euforia.

Es soledad y compañía. Es virtud y pecado. Es ¡salud! y enfermedad. Es el símbolo que reencarna la ambivalencia.


Rito de alcohol, ritual de sangre


Y justamente alrededor del doble mensaje y del símbolo mágico se realiza el rito de iniciación del alcohol en el adolescente. Cuando niño, el futuro adolescente sólo recibe dobles mensajes en relación al alcohol. “Las bebidas alcohólicas están prohibidas para los niños”; “Los niños no deben beber alcohol”; “El alcohol es dañino para los niños”. Pero esos niños ven a su padre

bebiendo excesivamente. Escuchan a su padre y a sus tíos y a los amigos de su padre hablando muy bien respecto de tal o cual bebida y los observan bebiendo cerveza en grandes cantidades lo que les produce alegría y placer. Se dan cuenta que procuran siempre tener reservas de bebidas alcohólicas en la alacena y el refrigerador. En los días importantes como la Navidad, el año nuevo o el cumpleaños del padre o de la madre, se consumen grandes cantidades de alcohol y se emborrachan, justifi cando su consumo excesivo diciendo que la ocasión lo ameritaba.


El niño a quien prohiben el alcohol pasa su infancia escuchando mensajes tales como: “Vámonos a echar unos alcoholes para festejar ese buen negocio”; “no me ofenda, compadre, cómo que no quiere brindar conmigo”; “te veo muy lento, nosotros ya llevamos tres y tú apenas vas en la primera”; “te recomiendo este licor que es muy bueno para la digestión”; “¿qué, no vas a beber? Se me hace que te regaña tu mujer”; “¿Cómo que Coca-Cola? No sea maricón y échese un tequila”.


Ante tantos dobles mensajes, el furuto adolescente llega a la conclusión de que el alcohol es algo así como el fruto prohibido y recuerda el mensaje bíblico de lo que la serpiente le dijo a Eva: “Dios no quiere que coman de ese fruto, porque el que lo comiere se convertirá en Dios”. El adolescente llega a la conclusión de que quien beba el fruto prohibido del alcohol se convertirá en adulto. Entonces el adolescente pierde objetividad y el alcohol no es simplemente una sustancia que puede tener peligros potenciales sino es ese símbolo mágico que lo convertirá en adulto.


Es indiscutible que la droga de moda entre los adolescentes no es ni la mota, ni la coca, ni el chemo o las pastas. La droga de moda es el alcohol cuyo consumo entre los adolescentes sigue subiendo preocupantemente. La única solución preventiva al problema es el cambio de mentalidad de los adultos en relación a los patrones sociales de consumo de alcohol. Y la mayor parte de los adolescentes de hoy están adquiriendo una mentalidad muy parecida a los adultos de hoy. Por lo tanto, el trabajo preventivo a nivel de educación debe empezar con las nuevas generaciones y a edades muy tempranas. Con cursos de sensibilización y educación para futuros padres o padres recién iniciados. Y los programas educativos de prevención deben iniciarse en la preprimaria y tal vez la primera lección deba ser: “La moderación es una virtud. El exceso es un defecto”.

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